viernes, 16 de diciembre de 2011

Se lo debo.

El mayor de los males, era que no pudiesemos ir al parque después del colegio. La mayor alegría, ver lo que nos habían traído los Reyes Magos.
Nuestro deber la mañana de reyes era despertarles para bajar a ver los regalos. En los pasos de cebra, debíamos cogerles la mano para que no les pasase nada, y mirar a derecha e izquierda para que no les atropeyaran, y por la calle para que no se perdiesen. Lo peor era soltar su mano y no encontrarles.
Nos enseñaron que no todo lo que veíamos y gustaba, lo podíamos tener. Papa era el superhéroe, y Mama el cobijo, al lado suyo, éramos invencibles. Nos encantaba colgarnos de las dos manos, o ir cantando con ellos en el coche.
El mejor regalo que les podíamos dar era un dibujo hecho por nosotros en el cole, un regalo del día del Padre, o de la Madre.
Ahora más mayor, me dedico a darles tantas alegrías como penas y quebraderos de cabeza, pero tengo algo seguro, y lo cual no voy a olvidar:

He pasado 16 años, 9 meses y 24 días con los únicos amores de mi vida.





Fátima.

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